La niña Raquel y su amigo el lobo Lupus

 

ELÍAS LLAMAZARES DE LA PUENTE   R7

 

LA NIÑA RAQUEL Y SU AMIGO EL LOBO LUPUS

 

    La niña Raquel vive con sus padres, su hermana menor Mónica y su abuelo Leandro en un pueblo de León. Muy cerquita viven sus primas Claudia y Olivia.

El pueblo está situado en la entrada al Valle del Silencio, del que solo le separa una colina que hay que bordear para introducirse en el Valle. Desde la colina se puede ver, por el sur todo el pueblo y en un primer plano la iglesia y el cementerio. Mirando hacia el norte se puede apreciar toda la belleza de este Valle.

Hace un día soleado y el abuelo sale de la casa. Ve a su nieta Raquel dando vueltas con la bicicleta.

—Raquel, ¿quieres sentarte conmigo en el poyo? Aprovechemos el sol.

—Bien abuelo, pero me tienes que contar leyendas del Valle. Por cierto, siempre me hablas del Valle del Silencio, pero nunca me has dicho por qué se llama así y te lo he pedido muchas veces. Hoy me lo tienes que contar.

—Ha sido por olvido, ya soy muy mayor y la memoria me falla. Hay una leyenda que te voy a contar aunque, no te la creas mucho. Hace muchos años vivía aquí un religioso benedictino y eremita llamado Genadio, que estaba meditando en su cueva…

—¿Existe la cueva?

—Claro que existe, está en la montaña que hay más al norte del Valle.

—¿Tú has estado en su cueva?

—Sí, varias veces.

—Abuelo, ¿cuándo me vas a llevar?

—No lo sé, pero te llevaré.

—Yo quiero ir.

—Ya iremos, pero déjame seguir con la leyenda de Genadio, si quieres que te la cuente.

—Sí abuelo, sigue. Te he interrumpido.

—San Genadio, porque luego le hicieron santo, estaba meditando en su cueva y el ruido del río no le dejaba concentrarse en sus rezos. Un poco enfadado golpeó con su cayado en las aguas y dijo: CÁLLATE y el río dejó de hacer ruido. El silencio se propagó por todo el Valle.

—¡Qué bonito!

—Sí, hay leyendas muy bonitas. Otro día te cuento otra, sé muchas.

—Abuelo, ¿por qué te escapas al Valle, cuando nadie te ve? Mamá cuando desapareces grita: “¡ya ha cogido su cayado y ya se ha ido al Valle!, un día no vuelve” y mi padre la tranquiliza: “Está muy ágil y se conoce el Valle muy bien, no te preocupes, volverá”.

El abuelo murmura muy bajito para que su nieta no le oiga: “¡y qué mejor sitio para no volver!”

—¿Tanto te gusta el Valle? ¿por qué te escapas allí?

—Porque es muy bello, silencioso, nadie me molesta y además tengo un amigo con el que paso momentos muy felices.

—¿Un amigo?, ¿otro abuelo como tú?

—No, si no se lo dices a tus padres te lo cuento.

Raquel hace una cruz con el dedo pulgar y el índice y se la coloca sobre la boca.

—Te lo prometo.

—Mi amigo se llama Lupus.

—¿Lupus?

—Sí, Lupus y es …

El abuelo hace un pequeño silencio.

—Y es un lobo.

—¿Un lobo?, ¡un lobo!

La niña asustada se levanta y da vueltas de un lado para otro. Se acerca al abuelo y le mira tiernamente a los ojos.

—¿Y si un día te muerde?

—No solo nunca me morderá, sino que no permitirá que otros lobos lo hagan. Lupus es el jefe de una manada y todos le respetan. Los lobos de otras manadas le temen. Es el rey del Valle.

La madre de Raquel les llama para comer. Durante la comida y en toda la tarde la nieta no habla con nadie, se encierra en su cuarto con el pretexto de hacer los deberes, pero esa no es la razón: está preocupada por su abuelo y su amigo.

Su hermana Mónica la va a ver.

—¿Qué te pasa, no quieres que juguemos a algo?

—No me molestes, estoy pensando.

—¿Y en qué piensas? Dímelo.

—No puedo, eres muy pequeña.

—Solo me sacas dos años.

—Anda, vete a jugar con Claudia y Olivia.

—No quiero, cuéntame lo que piensas.

Raquel echa a su hermana de la habitación.

Cuando toda la familia se reúne para cenar, tienen que llamar a Raquel varias veces.

El padre le pregunta si le pasa algo. Mónica contesta al padre.

—Es que está pensando y no puede hablar.

Raquel mira a su hermana con ira.

—Bueno, dejémosla que piense, pero si podrás comer ¿No?

El abuelo mira a Raquel con una sonrisa cariñosa.

Terminada la cena todos se van a ver la tele, pero Raquel se sube a su habitación. Duerme muy poco esa noche. La preocupa su abuelo, pero no puede evitar pensar que le gustaría acompañarle.

Pocos días después, al salir del colegio, van caminando las cuatro primas por la calle donde están sus casas. Raquel ve a su abuelo solo, sentado en el poyo.

—Mónica, vete a jugar con Claudia y Olivia a su casa, que luego te voy a buscar.

Mónica mira a sus primas con gesto de incertidumbre, no entiende a su hermana.

—Ven tú también, siempre jugamos las cuatro.

—No puedo, tengo que hablar con el abuelo.

Claudia mira a su prima Mónica.

—Raquel, últimamente está muy rara.

Olivia pregunta.

—¿Qué es estar rara?

Mónica coge de la mano a Olivia.

—Que está tonta.

—¡Ah!

Raquel se sienta al lado de su abuelo.

—Me gustaría mucho conocer a Lupus, un día me voy contigo. ¿Me llevarás?

—Claro que te llevaré, buscaremos un día que nadie nos vea ir al Valle.

La nieta abraza al abuelo y se va a jugar, muy contenta, con su hermana y sus primas.

 

 

 

Días después, el abuelo coge de la mano a Raquel y caminan bordeando la colina, empezando a introducirse en el Valle del Silencio. La nieta se pega a las piernas del abuelo.

—No tengas miedo, conmigo no te pasará nada. Mira que bonitos están los árboles cuando les mueve el viento y que limpia baja el agua del río.

Caminan por la rivera derecha del río y al llegar a un recodo, lo cruzan saltando por unas piedras. Por un estrecho sendero llegan a una pequeña explanada. De repente, un aullido fuerte y rotundo asusta a Raquel y grita.

—¡Abuelo!, ¡nos volvemos!

—No, ahora estamos más seguros. Ese aullido ha sido para marcar la zona en la que Lupus está y es un aviso a otros lobos. Ningún otro lobo se atreverá a acercarse por aquí. Es como una orden, nadie la desobedecerá.

—Entonces, ¿Nos protege?

—Sí, nos ha olido hace rato, gracias a su agudísimo sentido del olfato. Desde el recodo del río nos sigue, le ha extrañado tu presencia, de lo contrario ya hubiera venido a mí.

—¿Tú, ya lo habías visto?

—Sí, pero lo he dejado actuar. Ha comprendido que tú eras parte de mí y ahora se quiere aproximar para verte y olerte de cerca.

Leandro se arrodilla para estar a la altura de la cara de su nieta, la acaricia, le quiere dar valor.

—Llámalo.

La nieta no se atreve, pero el abuelo insiste.

—Lupus.

—Más fuerte.

—¡LUPUS!, ¡LUPUS!

Lupus se acerca despacio. Raquel se coloca entre las piernas de su abuelo.

-No tengas miedo, acaríciale la frente.

A Raquel le cuesta extender la mano, toca a Lupus y éste se deja acariciar. Ella sorprendida mira su abuelo con una gran sonrisa. Lupus corre alrededor de ellos y se acerca a Raquel para lamerle las manos. La niña, ya confiada, corre detrás del lobo e inician el juego de que te pillo. El abuelo sonríe muy satisfecho.

Durante varios días se repite la escena, Raquel disfruta con los juegos de su amigo Lupus. Leandro, todos los días, le cuenta como son los lobos y sus costumbres.

Raquel escucha muy atenta las historias del abuelo. Disfruta mucho con sus andanzas por el Valle y su amistad con Lupus. Está deseando contárselas a su hermana y a sus primas.

—Abuelo, ¿puedo contar a Mónica, Claudia y Olivia mis juegos con Lupus y todo lo que me cuentas de los lobos?

—Bueno, siempre que no se lo digan a sus padres, pues si se enteran se enfadarán mucho conmigo, me dirán que estoy loco y no me dejarán salir de casa. No podré ver más a Lupus.

—Se lo haré jurar.

 

                              

 

Al día siguiente, las cuatro niñas están sentadas en el suelo del corral de la casa de los padres de Raquel, formando un circulo.

—Si queréis que os cuente una aventura muy bonita, me tenéis que jurar que no se lo diréis a los papás.

Todas al unísono.

—Lo juramos.

—Otra vez

—Lo juramos.

Raquel empieza a contar sus aventuras con el abuelo y con Lupus. También las historias que le ha relatado de su amigo lobo.

—Mi abuelo y yo, cuando nadie nos ve, nos vamos al Valle y allí tenemos un amigo que se llama Lupus.

Raquel se hace la interesante.

Mónica está muy intrigada.

—¿Es un pastor?

—-No.

Claudia participa del acertijo.

—Seguro que es un cazador. ¿Es un cazador?

—Tú que dices Olivia.

—Yo creo que es un monstruo.

—No, no lo acertaréis nunca. Es un lobo.

Todas gritan y muestran su susto. Raquel domina la situación.

—Los lobos son los animales que más miedo dan y son muy temidos.

Claudia se empieza a asustar

—No nos metas miedo.

—Mi abuelo dice que son los animales más fascinantes, pero que no hay que tenerles miedo, un lobo salvaje jamás ataca a las personas, siempre huye. Ataca a otros animales para comer.

Mónica no acaba de entender a su hermana.

—¿Por qué no huye del abuelo y de ti?

—Sabe por su instinto que no le haremos nada. Conmigo juega al escondite, yo me escondo detrás de un árbol y él me busca dando vueltas por varios árboles. El abuelo me dice que Lupus sabe dónde estoy escondida desde el principio, pero lo hace para que yo me lo pase bien.

Claudia está intrigada.

—¿Cómo lo sabe?

—Por el olfato, que lo tiene muy desarrollado. El abuelo me dijo que me escondiera en contra del viento para que no me oliera, pero al final siempre me encuentra.

Raquel repite las palabras del abuelo, lo imita hasta en la entonación.

—El abuelo me ha dicho muchas veces: “Lupus es un animal irrepetible, es un lobo extraordinario, de una belleza sin igual. Nunca perdió una pelea y nunca mató a sus rivales después de ganar en la lucha. Cuando jugaba con sus lobeznos se dejaba ganar, fingía su derrota.”

Olivia coge de la mano a Raquel.

—¿Qué es un lobezno?

—Un lobo bebé.

—¡Ah!

 El abuelo no deja de decirme que, si alguna vez ha existido un lobo perfecto, ese es Lupus. Le vio dos veces enfrentarse a varios lobos de camadas rivales: una la que está al norte del Valle, que le atacaron cuando cruzaba el río. Los hizo huir a todos. También tuvo que defenderse de la camada del lobo negro, fue una pelea brutal, pero todos huyeron cuando vieron al lobo negro en el suelo vencido y muy herido. Lupus le perdono la vida, no lo remató.

Claudia está intrigada.

—¿Por qué lo atacaron?

—Se lo pregunté a mi abuelo y me dijo.

—Los lobos suelen atacar a los lobos alfa de la camada rival, sabedores de que si lo matan se apoderan de su manada.

Olivia quiere saber más.

—¿Qué es un lobo alfa?

Mónica no deja contestar a Raquel.

—Es el jefe de la manada. Papá dice que él es el alfa de la familia y mamá se ríe.

—¡Ah!

Raquel, viendo el éxito que tiene con su hermana y sus primas, retoma sus historias.

Había en el Valle un lobo solitario muy chulito, que tenia una mancha blanca en la frente, que era un fastidio para Lupus, porque siempre le estaba molestando. Un día Lupus le descubrió entre sus hijas amenazándolas Se fue a por él y lo atrapó con sus patas delanteras y empezó a morderlo; otros lobos de su camada se lanzaron sobre el lobo chulito, la muerte de Frente Blanca, que es como le llama el abuelo, era segura. De repente Lupus se echó para atrás y los otros lobos, hijos de Lupus, siguieron el gesto de su padre, pero no entendían por qué lo dejó escapar.

Olivia está entusiasmada con la historia de Lupus.

—Yo quiero conocer a Lupus.

Mónica y Claudia no son menos, también quieren ver a Lupus.

Raquel, muy seria.

—No podéis, sois muy pequeñas.

Desde la cocina las madres de las niñas observan la reunión.

—¿Qué les estará contando Raquel que no pestañean?

—Ya me enteraré cuando hable con Olivia. Niñas, que nos vamos.

Claudia y Olivia se van con su madre camino de su casa.

—Me gustaría conocer el cuento que os ha contado Raquel, seguro que es muy bonito.

Las niñas se miran. Claudia tapa la boca a Olivia.

—No te podemos decir nada.

Olivia grita.

—Lo hemos jurado.

Claudia quiere cerrar la conversación, teme que su hermana hable más y acabe faltando al juramento.

—Nos ha contado un cuento, que le contó su abuelo.

Olivia aclara.

—No es un cuento, el lobo es de verdad.

Claudia empuja a Olivia.

—No puedes decir nada, ¿has oído bien? nada y nada.

La madre pone paz,

—Quietas, no regañéis. El abuelo cuenta cuentos como si fueran historias reales.

 

                           

 

En casa de Raquel y Mónica se prepara todo para la cena. Leandro está sentado en su silla preferida, que todos respetan.

La madre mira a su marido.

—Tu padre no tiene buena cara, hace días que le observo y me preocupa.

Ahora se dirige al abuelo.

—Abuelo, suba a acostarse y le llevo unas sopas de ajo, que tanto le gustan.

—Te lo agradezco hija, así mañana ya estaré bien.

Con los días el abuelo no mejora, Raquel no se separa de su cama.

—Lupus nos echará de menos.

—Sí, pero pronto subiremos a verlo.

No solo los días pasan, también las semanas. Leandro no se recupera, ya no se levanta de la cama.

Al anochecer de un día de luna llena, se oye en todo el pueblo un aullido que asusta a todos los vecinos. Raquel sube corriendo a ver a su abuelo

—Abuelo, ¿es Lupus?

—Sí, hija es Lupus. Nos echa de menos. Nos avisa que no nos olvida y que siempre estará cerca.

Los aullidos se repiten todos los anocheceres, unos días se le oye por la calle Real, otros en la plaza Mayor, siempre por sitios inesperados para los vecinos. Todos lo oyen, pero nadie lo ve. La preocupación aumenta y los hombres se reúnen en la Casa de la Cultura para buscar una solución.

El padre de Raquel regresa a casa, después de la reunión.

—Se ha decidido crear varios grupos y salir a cazarlo. Es peligroso dejarle andar por el pueblo, puede morder e incluso matar a una persona.

Raquel va hacia su padre.

—No lo matéis, Lupus es muy bueno, no quiere morder a nadie.

Los padres se quedan asustados.

—¿Qué dices?

Raquel sale corriendo a su habitación.

—Mónica, dinos que sabes tú.

Mónica ve el problema que va a tener su hermana y la quiere ayudar.

—Es un cuento que le contó el abuelo sobre un lobo del Valle del Silencio.

Los padres no quedan muy convencidos, pero saben que el abuelo siempre está contando historias del Valle.

En un momento de silencio se oye en la puerta de la casa un aullido lleno de melancolía y tristeza, es más bien un lamento. Como pidiendo poder pasar para ver a su amigo.

El padre coge la escopeta y corre hacia la puerta. Mónica se cruza en su camino.

—No papá, no lo mates.

El padre sigue adelante, abre la puerta. No puede creer lo que ve, un lobo grande, con una fortaleza tremenda que nunca había visto. Se pone la escopeta al hombro y apunta al lobo, pero este no solo no hace intención de escapar, sino que su posición de sumisión le deja paralizado. El dedo sobre el gatillo de la escopeta queda inmovilizado.

En ese momento se oye un ruido tremendo que viene de la habitación del abuelo. El padre entra en casa y sube. La ventana de la habitación está abierta y el abuelo caído en el suelo cerca de la ventana. Raquel que está a su lado le oye decir.

—Que no venga que lo matarán.

Cuando llegan los demás, el abuelo ya ha muerto. Raquel y su padre miran por la ventana, Lupus ya no está.

Se organizan los funerales y todos los vecinos acompañan a la familia en los rezos y en el entierro. Los mozos llevan a hombros el féretro y, al depositarlo al pie de la fosa, unos aullidos desgarradores dejan a todos petrificados y asustados. Los aullidos vienen de la colina, Las mujeres cogen a sus hijos y se van a sus casas. Los hombres miran hacia la colina y comentan en voz baja.

—Es él, el lobo de los aullidos en el pueblo.

En lo más alto de la colina ven a la niña Raquel, con su mano izquierda apoyada sobre la cabeza de un lobo y en su mano derecha tiene el cayado del abuelo. Despiden a su abuelo y a su amigo.

El eco de las montañas repite los aullidos de Lupus por todo el Valle del Silencio.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

NOTAS

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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